Las covers y los grupos tributo son una fuente de ingresos para los artistas originales, y eso es la piedra fundamental de todo esto. Así que hay grupos a los que posiblemente les da igual que les hagan covers o tributos malos a rabiar, mientras les generan promoción y, muy posiblemente, ingresos.
ABBA es un grupo que sigue existiendo a su manera. En su día creó un negociazo y lo siguen gestionando a través de ABBA Stars, que es una empresa que gestiona tanto los derechos de ABBA de sus tributos como de la gente que hace covers, y que además gestiona los derechos de otros artistas, que pueden ser, por ejemplo, los de Avicii. También es verdad que es todo un mito eso de que llegarían a ser la segunda exportación de Suecia. Creo que Saab vende unos pocos aviones Gripen y ya les pilla.
La fortuna de Agnetha Fältskog, la rubia de ABBA, se calcula en unos 300 millones de activos corrientes, sin contar activos inmovilizados e inversiones no visibles. Pues eso por cuatro componentes. Pero para eso has tenido que crear antes ABBA, igual que otro creó Zara.
La música es un negocio, y el artista genera negocio para él y para mucha otra gente. Cada vez que un tío se viste con un pijama y una capa roja y toca “Kashmir”, los Zeppelin cobran (o deberían, si sus gestores son buenos). Si un tío vestido con ropa de calle va a un escenario y te dice que es un tributo porque lo que está haciendo son covers, el artista cobra. Y si la diva de jazz del momento toca un standard de Charlie Parker, los herederos o la empresa dueña de los derechos cobran chorrocientos años después. Y esto es así para Rosendo, Extremoduro, Taylor Swift, Paquita la del Barrio, Queen, un grupo de metal rumano o los Camela. Otra cosa es cómo gestiones y tengas de ordenada la tienda y si cobras a los clientes, por que no quieres o porque no puedes.
El otrora epítome de cantautor comprometido en los 60, el señor Dylan (y los que le rodean), vendió sus derechos de publicación y masters por cuatrocientos cincuenta millones de dólares. Pero se quedó, por ejemplo, con los derechos de ejecución, porque eso sigue siendo un negociazo gestionado por él y es quisquilloso. Es su negocio, y es muy beligerante con perfil bajo. Igual cuando muera dejarán hacer a todo viviente versiones, siempre que se pague.
Aparte de ahí, el artista puede ser más o menos escrupuloso con quien hace uso de su propiedad. Muchas veces no es por dignidad artística, como hacen ver, sino por una optimización de los ingresos. Cualquier profesional del foro nos dirá que sus creaciones son suyas, que él elige quién las puede tocar y que, si puede, hará dinero con ellas porque vive de eso.
Y esto es un derecho legal, que no debe ser tan fácil de explotar, dado que su periodo de vigencia es muchísimo mayor que el que se le deja a una farmacéutica (12 años tras aprobación) y alcanzará a toda la vida del autor más 70 años después para su familia. Así que, independientemente de que se haga un cover o un tributo cutre, cobran o , al menos,tienen ese derecho. Y ahí estás tú con tu pasta para comprar una entrada.
Otra cosa es la perspectiva del melómano que le gustan los conciertos, o al que le gusta simplemente la música: va a una actuación y, a través del trampantojo del escenario, o todo esta muy cuidado o viendo todo con menos prosaicidad se siente defraudado o directamente estafado.
Pues como todo: el bolso de Bvlgari lo puedes ir a comprar a tienda, o puedes pedir el Búlgaro por AliExpress. El segundo no paga derechos, pero en cierto volumen ayuda a mantener el mito de la marca. Y el cliente tiene que tener mucho cuidadito con lo que compra para no sentirse estafado.
Rosalia tiene 19 millones de oyentes mensuales en Spotify. Lady gaga 99, Swift 88, Beatles 32, Metallica 30, Beach Boys 11, los Iron 8, Fito 4, Slayer 3, Zappa uno, Satriani medio millon. La percepción y criterios del que paga y oye desde la platea no tienen nada que ver con el mercado que es el que da de comer. Una cosa es dejar obras, incluso concepciones, que perduraran en el tiempo y otra cosa que se escuchen. Has de monetizar antes de que dejen de quitarles la mercancía de las manos.
Me están dando ganas de hablar de Gibson, Epiphone y Tokai… jajaja.
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