El tema en todo esto está en los móviles. Creo que, de la gente que conozco, la mayoría usa cascos a día de hoy, pone el móvil como reproductor en el coche o tiene un altavoz externo como mucho. La industria del móvil ha ido destruyendo una cultura del sonido como deleite. Y la razón es obvia: en un móvil es físicamente imposible (salvo que algún genio dé con la tecla) generar un sonido decente (y eso incluye las tecnologías de compresión).
No veremos a Apple anunciar nada sobre su calidad de sonido jamás, frente a los gigapíxeles o el control de estabilización de la cámara. Cuando sacaron el iPod, lo importante era meter 500 canciones en algo del tamaño de un pulgar; esto está en su propio ADN.
La música se ha vuelto una especie de commodity que se escucha de fondo; todo es una especie de Muzak que oímos con el cacharrito. Añadiendo el tema de la defensa a ultranza de los derechos de autor —que es lógica, por otro lado—, sumada al desarrollo exponencial de tecnología audiovisual, streaming y demás, hace que Kevin MacLeod pueda ser, posiblemente, el músico más escuchado de este siglo, aunque el público general ni sepa quién es. Y la IA irá en ese sentido.
Los vinilos o los cassettes ayudaron a sacar del anonimato a músicos y a lanzar carreras con un equilibrio de accesibilidad adecuado. Actualmente, quieres escuchar cualquier cosa, la testeas en YouTube o la pides al momento. Es comida rápida auditiva.
El otro día, en unas fiestas estuve viendo a la orquesta o lo que sea, La Mision, no se ni la gente que había en una explanada gigantesa hasta la bandera. En realidad la gente ya no va a escuchar música, ni a bailar, ni nada. Iban a un espectáculo multimedia con pirotécnica y sacar una fotillos para el Insta. Cantaban 20-30 segundos de de todas las canciones hits de los últimos 40 años que antes se cantaban enteras, de Rosendo a la Salchipapa, con mucho trap.
Al final, como en toda tecnología, habrá un nicho que los valore y algunos alcancen cierto precio. Pero si miráis, por ejemplo, un cilindro de gramófono, os sorprenderán los precios. En comparación con su valor histórico, son muy baratos, porque no dejaban de ser masivos. Otra película son los propios gramófonos de cilindro, que adornan mucho y no los pagas vendiendo la Gibson en muchos casos. Si lo trasladamos a los vinilos, que se produjeron de manera ingente, todo quedará en un tema de coleccionismo.
Sigo estos días estudiando, oyendo y reoyendo el “One Note Samba”, por Spoty y Youtube, de Jobim. Ahí está todo condensado. Fue un relativo éxito, podríamos decir que masivo en su época gracias al vinilo, bailable, divertida y que gustó a la gente en su día. Para el melómano petulante, sin conocimientos reales, el que escucha mucho, si no le pones el “Jobim” de apellidos, posiblemente pasaría como una canción suavecita y sencilla para guateques de aquella a época como otras muchas. Al músico intuitivo de quintas le aburre, porque eso es blandengue. Y al músico friki de la armonía es raro que, analizándola, no vea una pieza compleja con una letra que incluye una declaración de intenciones explicita a nivel técnico de lo que, según sus compositores, es buena música .
Cada segmento valora una cosa, pero el masivo siempre va a valorar la tendencia y la comodidad. Y su visión es siempre la que se impone. Todo lo demás es un nicho. Por mantener copias de vinilo que lleva la canción, solo pagarán algunos en los nichos minoritarios, por las partituras de aquellos años menos aún .
Yo, al final, salvo algunos CD fetiche, pasados a wav. en el PC y muy de vez en cuando, escucho todo en digital. Y si mezclo acabo bajando la banda de agudos altos porque me conforta ese sonidillo antiguo analógico y de vez en cuando, como decía en un post anterior, le meto el plugin de Vinyl para low-fi al final de la cadena, porque si tiene su encanto, como el olor a goma de Milan del colegio.
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