lobosound escribió:
O como dice N456M : no ser invasivo, respetar tu espectro de frecuencias , saber que no estás solo y que debes saber ocupar tu espacio, etc
Si, estas cosas ayudan al crecimiento y "groove" del tema. Y si sabes marcar las respiraciones de tu fraseo o acompañamiento, elevas la dinámica.
Y eso es percibible hasta por el más neófito.
Creo que tu concepto de “neófito” y el mío viven en universos paralelos. Yo, pobrecito de mí, llevo años intentando explicar a cierta gente —con la que he tocado y sigo tocando— esa idea revolucionaria de que una canción debe respirar. Ya sabes, ese momento casi místico en el que, quizá, tu instrumento no debería sonar.
Pero nada, es como explicar física cuántica a una piedra. Y claro, curiosamente, el que no deja de meter notas, ruidos y “aportaciones creativas” a todas horas… suele ser el mismo que se cree un erudito en absolutamente todo. Maestro del universo, doctor en todo lo opinable.
Ya no hablemos del guitarrista que mete pirurirus por todos lados, porque claro, “esto pega siempre” (bendita polivalencia). O del bajista al que le sugieres, con todo el cariño, que por favor se centre en tónicas para darle fuerza al tema… y te mira como si estuvieras cometiendo un sacrilegio contra la mismísima Santa Patrona del Virtuosismo.
Ni qué decir del/la cantante que no se calla ni debajo de la ducha, y que si hay más de cuatro compases sin voz ya siente que le estás robando protagonismo. Y el batería… ay, el batería: con un control de bombos totalmente libre, anárquico, y un dominio de los platos digno de un vendaval en una chatarrería.
Volviendo un poco al tema, y poniéndome un poco serio (tranquilos, no se acostumbren). Nunca he entendido a esa gente cuya aportación es básicamente su presencia, pero que cree estar construyendo el tema desde su vasto conocimiento de ninguna estructura musical existente, o desde alguna armonía secreta que ni Coltrane en sus días más creativos habría imaginado.
Para esta gente, da igual si tocas un Sol o un Do, o si un Mi mayor y un Mi menor son primos lejanos o especies distintas: todo vale. Y aún así, con solemnidad pontifical, sueltan el clásico: “Yo he compuesto este tema también”.
Ay, amigo… si yo me pusiera a tirar acordes o tocar notas al azar, estaría tocando al azar, no componiendo una obra digna de los músicos más prestigiosos. Pero claro, luego viene el mítico consejo: “Tú toca, que yo ya…” Y yo pienso: ¡hostia, qué fácil es componer, no! Vale, toco la primera nota que se me ocurra… un Mi mayor. “Ahhh no, eso suena muy alegre, queremos algo más triste”. Perfecto, lo cambio a Mi menor. “Joooo, pero haz eso que haces de cuerda a cuerda, arriba y abajo”. “¿Un arpegio?” “¡Hostia, tío, no empieces con conceptos musicales! Haz lo que te digo, que sé un huevo.”
Y así, día tras día, como un reality show sin final feliz.
Sí, ya sé, menuda parrafada… pero así es el día a día del músico amateur. Y luego me pregunto mil veces: “Joder, ¿por qué está esto lleno de bandas de covers?” Pues, claro, porque es infinitamente más fácil que intentar poner de acuerdo a cuatro personas para crear algo propio.
Fíjate: pones un anuncio, “Banda busca batería, bajo, cantante. Sonido tipo Foo Fighters, Nirvana, ese rollo”. Y siempre aparece el bajista fan de Tool, que empieza a meter líneas que flipas… pero los temas ya no suenan a Foo Fighters ni por asomo. Luego el batería, que quiere sonar… bueno, a lo que quiera sonar un batería, pero no a lo que buscamos. Resultado: lo que haces no suena a Foo Fighters.
Entonces, un día, te encierras en casa y te mezclas un tema que, desde tu humilde ignorancia, suena muy a Foo Fighters. Y ahí vienen: el bajista—“¿Pero qué es esta mierda? Faltan líneas de bajo”—y el batería—“Hostia, aquí faltan redobles por todos lados, mete más platos”.
Y así volvemos al punto de partida: ¿en qué cojones piensa la gente cuando responde a un anuncio? Monta tu propia banda y deja de dar por culo.