Os comento un baremo que yo aplico tanto para mis ventas como para las compras. Es el «baremo de los dos tercios», llamémosle así.
Si algo está como nuevo, con aspecto
impoluto y
funcionamiento correcto, pero tiene cierto tiempo (se muestra una factura) o un tiempo indeterminado (no está ya en garantía ni se conserva factura), me niego a pagar por encima de los
2/3 de su valor de mercado actual (no de lo que haya costado en su momento). Por poner un ejemplo común, siempre decimos que un coche en cuanto sale del concesionario ya vale la mitad ¿no? pues para mí, en cuanto sale del paquete algo relacionado con lo nuestro pierde un tercio de su valor (a no ser que se aporte garantía con factura y tal).
De este baremo es de donde yo parto en lo que vendo; y conste que lo hago para admitir cierto humano regateo (...soy tonto y ya lo he cascao
). También es lo que ofrezco cuando algo me interesa y lo veo sobrepreciado; así he perdido algunas compras que me interesaban, por cabezonería del vendedor, que está en su derecho, pero para eso prefiero pagar ese menos de 1/3 más y pillármelo nuevito con su garantía y todo (hace nada me pasó con un ampli de trescientos pavos nuevo, con etiquetas y tal aunque sin garantía ni factura: yo le ofrecía doscientos pero el tío no lo dejaba por menos de doscientos cincuenta; lleva en venta meses). Yo también soy cabezón, y no me parece apropiado que se venda un producto usado y sin garantía por más de dos tercios de su valor actual.
— Me es indiferente lo que haya costado: la compra-venta se efectúa ahora y el valor de mercado del bicho nuevo es el actual.
— Si algo tiene muy poco tiempo, unos meses, con casi toda seguridad el propietario actual podrá demostrarlo (factura, movimiento bancario, correos-e...). Así que el que no pueda, ya puede decir misa, que su artículo no contará a efectos de venta como con menos de un par de años.
— Ya sé que todo aquello que tiene aspecto nuevo se anuncia como «usado sólo un par de veces y en casa», pero eso es un intangible que puede estar bien como información pero que si no se puede demostrar no afecta al precio. Hace un par de años uno me vendía una cámara fotográfica con aspecto nuevo y anunciada con «menos de cien disparos»; me llevé a la cafeta en la que quedamos el portátil con un programilla y la cámara enchufada a él cantó algo más de mil disparos —el fabricante garantiza el sensor para unos cuarenta mil—; el vendedor, algo sonrojado, me hizo una importante rebaja sobrevenida.
— El conservar los embalajes originales no es garantía de nada: sólo, y hasta cierto punto, de que el bicho irá comodo si se necesita transporte; hay gente con sitio en casa para guardar cajones durante años, y lo que yo compro no son cartones y corchos, así que no me los metas en el precio. Las etiquetas colgando tampoco son garantía de ninguna otra cosa más de que se han guardado; todos nos damos maña en quitar y poner etiquetas sin que se note. Como mucho, demuestran un propietario cuidadoso, que no es poco (el del ampli que antes comentaba lo tenía forrado de etiquetas colgando en los sitios correctos, pero no conservaba factura ni otra prueba de compra, mira tú qué raro...).
— Que algo esté en buen estado pero ya sea un producto descatalogado hace rebajar un tanto su precio. En unos casos mucho, en otros no tanto: hay artículos de calidad que siguen cumpliendo su función perfectamente, algunos mejor que otros más recientes, y para los que hay soporte (repuestos, manuales, foros...). Pero si está descatalogado has de tenerlo en cuenta en el precio (a excepción de ciertos instrumentos, por ejemplo, de los que ya se ha hablado aquí y cuya solera se valora).
— No me vengas a última hora con que finalmente te haces cargo del envío, incluso a pesar de que avisabas que era a cuenta y riesgo del comprador, y me le pretendas meter un subidón diciendo que ya lo has consultado, porque yo también puedo hacerlo y ver que el envío cuesta en realidad la mitad de la subida que le has clavado (truquillo con el que me he encontrado por aquí mismo).
— Naturalmente, hay casos especiales, como aquéllos en los alguien ofrece un bicho de mil y pico euracos con la factura de hace dos meses y número de serie registrado que ha comprado «sólo para una grabación» (otro manido argumento) y se deshace de él hasta con los plásticos en la pantalla; es natural que no alcance el tercio de rebaja en su precio, sino doscientos o trescientos pavos, pongamos, que pueden ser suficientes para que compense.
Vería bien advertencias de este tipo como normas escritas del compra-venta, aunque supongo que la cosa ya funciona razonablemente bien a base de puro sentido común. En este foro encuentro que las cosas no suelen salirse de madre en ninguno de estos aspectos, salvo casos como los que vienen de mencionar otros compañeros (una «marca de uso» no es para nada una reparación de luthier apreciable); si te vas al Wallapop y similares es que te da la risa de la peña que pretende hacer negocietes con las ventas de segunda mano y toda su jeta. En España hay poca tradición de reventa, aunque con esta crisis perenne las cosas han cambiado; en el mundo anglosajón hay mucha más costumbre (todos hemos papado algún programa friki de esos tan de moda en algunos canales) y eso se nota en los precios de sus reventas (ya se ha hablado aquí de Reverb y otras).
Remato con una historia que me pasó hace no mucho. Acuerdo comprarle un pedalaco a un tío que vive en una ciudad a unos doscientos y pico quilómetros; me fío de él y acordamos el envío para el lunes o martes siguientes. Ese mismo finde se lo comento a un amigo guitarrista al que visito para su fiesta de cumple y que sólo vive a unos cincuenta quilómetros del otro y se me ofrece a irnos el domingo sin planes hasta allí con una de sus guitarras y unos auriculares (el pedal tenía salida para ellos y el colega no pudo resistir quitarnos la resaca probándolo). Aviso al vendedor, un chavalito, quedamos en un parque y los potes rascan mogollón al moverlos debido a la típica carbonilla acumulada en los contactos. ¡Pum! reproche y rebajón al canto a la mitad de lo que pedía, con lo cual el precio del pedal justificaba un cambio de potes, pero como nos dimos cuenta de que el otro listillo no tenía mucha idea le dijimos que aunque estaba inservible lo podríamos aprovechar para piezas (a ambos nos dio la impresión de que además se quería deshacer de él precisamente porque rascaba como una sierra). El chaval se despide sin dejar de disculparse y dándonos las gracias y todo; sin tan siquiera arrancar el coche desmontamos los potes, les metemos unas sopladas potentes... et voilà!
No siento ninguna pena por aquel aprendiz de estafador, o estafador novatillo: quien roba a un ladrón...
Que tengáis un placentero y musical finde casero, que el tiempo no está para otras músicas, pero tocando no se pasa frío (hay que calentar las manitos antes, eso sí, carajo
).
