Hola, compañeros.
Os presento el BRUT Jazz Bass, un instrumento que, como muchos de mis proyectos, nace de unir piezas seleccionadas con mucho criterio, más allá de marcas y etiquetas. En este caso:
Mástil: extraído de un Blade Levinson de los años 90. 100% operativo, alma funcional y estabilidad ejemplar.
Cuerpo: aliso de un humilde SX, retocado y adaptado para encajar perfectamente con el mástil.
Pastillas: Q Pickups estilo vintage, hechas a mano, con una respuesta muy articulada.
Electrónica: pasiva, con esquema clásico V/V/T, apantallada para eliminar ruidos.
Acabado: poliuretano en un tono *Vespa Green 50’s* aplicado por mi pintor de confianza (impecable, como siempre).
Pickguard: tortoise clásico, que casa con el tono y la estética general.
Hardware: Gotoh Japan dorado, sólido y funcional.
El resultado es un bajo con un tono añejo, muy equilibrado, con ese *growl* que uno espera de un buen jazz bass. Tiene punch, dinámica y ese punto de complejidad que hace que algo tan simple como un JB bien hecho nunca pase de moda. Algo tan aparentemente siempre pero que a veces ni a los de Fender les sale bien.
Sobre mi forma de trabajar (y por qué este post va en “Taller” y no en “Luthería”)
No me dedico a hacer mástiles. No me interesa estacionar arce nuevo. No pretendo competir con la gran luthería. Mi trabajo se basa en algo más cercano al oficio de “curador” que al de constructor: busco mástiles con más de 20 años desde su fabricación, rectos, bien construidos, con el alma funcional y sin deformaciones. De ahí parto.
Hay miles —literalmente miles— de mástiles estilo Fender fabricados entre los 80 y principios de los 2000 que han envejecido de forma magnífica. De marcas humildes muchas veces, pero con maderas que hoy no se consiguen ni a precios altos. Maderas curadas naturalmente durante décadas, que han vibrado, que han cristalizado, que han perdido la humedad interna y con ello peso, y que han ganado en rango tonal.
¿Es reciclaje? No exactamente. No todo vale. Se compran muchos, se descartan la mayoría. Solo se quedan los mejores.
Mi trabajo consiste en seleccionar, rectificar el diapasón si hace falta, retrastear, barnizar de nuevo y “adaptar ese mástil a un cuerpo” que lo acompañe con dignidad. A veces se modifica el encaje, otras el ruteado para otras pastillas, o incluso se altera ligeramente la forma del cuerpo para que todo quede perfectamente alineado: mástil, cuerdas, puente y pastillas. Que todo vibre. Y vibre bien.
El resto es lo fácil: electrónica básica, atornillar, ajustar alturas. Y confiar en un buen pintor, que en mi caso es un crack (aunque el mérito es suyo, no mío).
Mi filosofía no va de hacer guitarras desde cero. Va de encontrar esos mástiles que circulan por un mundo demasiado obsesionado con la forma de la pala y la marca, con los gurús de internet, con lo vintage y lo relic pero solo de X marcas, con la calidad, la solera y el sonido. Y ensamblarlos de forma precisa, respetando el tono, el equilibrio y la funcionalidad. No siempre se logra. Pero cuando se logra, el resultado es un instrumento que suena con carácter, con historia, y que no tiene nada que envidiar a uno nuevo, ni siquiera si lleva la F en la pala.
Para nuevos instrumentos estilo Fender tenemos auténticos maestros muy cerca que sí estacionan y seleccionan maderas con criterio y saber hacer. Son luthiers.
Un saludo y gracias por leer.
Os presento el BRUT Jazz Bass, un instrumento que, como muchos de mis proyectos, nace de unir piezas seleccionadas con mucho criterio, más allá de marcas y etiquetas. En este caso:
Mástil: extraído de un Blade Levinson de los años 90. 100% operativo, alma funcional y estabilidad ejemplar.
Cuerpo: aliso de un humilde SX, retocado y adaptado para encajar perfectamente con el mástil.
Pastillas: Q Pickups estilo vintage, hechas a mano, con una respuesta muy articulada.
Electrónica: pasiva, con esquema clásico V/V/T, apantallada para eliminar ruidos.
Acabado: poliuretano en un tono *Vespa Green 50’s* aplicado por mi pintor de confianza (impecable, como siempre).
Pickguard: tortoise clásico, que casa con el tono y la estética general.
Hardware: Gotoh Japan dorado, sólido y funcional.
El resultado es un bajo con un tono añejo, muy equilibrado, con ese *growl* que uno espera de un buen jazz bass. Tiene punch, dinámica y ese punto de complejidad que hace que algo tan simple como un JB bien hecho nunca pase de moda. Algo tan aparentemente siempre pero que a veces ni a los de Fender les sale bien.
Sobre mi forma de trabajar (y por qué este post va en “Taller” y no en “Luthería”)
No me dedico a hacer mástiles. No me interesa estacionar arce nuevo. No pretendo competir con la gran luthería. Mi trabajo se basa en algo más cercano al oficio de “curador” que al de constructor: busco mástiles con más de 20 años desde su fabricación, rectos, bien construidos, con el alma funcional y sin deformaciones. De ahí parto.
Hay miles —literalmente miles— de mástiles estilo Fender fabricados entre los 80 y principios de los 2000 que han envejecido de forma magnífica. De marcas humildes muchas veces, pero con maderas que hoy no se consiguen ni a precios altos. Maderas curadas naturalmente durante décadas, que han vibrado, que han cristalizado, que han perdido la humedad interna y con ello peso, y que han ganado en rango tonal.
¿Es reciclaje? No exactamente. No todo vale. Se compran muchos, se descartan la mayoría. Solo se quedan los mejores.
Mi trabajo consiste en seleccionar, rectificar el diapasón si hace falta, retrastear, barnizar de nuevo y “adaptar ese mástil a un cuerpo” que lo acompañe con dignidad. A veces se modifica el encaje, otras el ruteado para otras pastillas, o incluso se altera ligeramente la forma del cuerpo para que todo quede perfectamente alineado: mástil, cuerdas, puente y pastillas. Que todo vibre. Y vibre bien.
El resto es lo fácil: electrónica básica, atornillar, ajustar alturas. Y confiar en un buen pintor, que en mi caso es un crack (aunque el mérito es suyo, no mío).
Mi filosofía no va de hacer guitarras desde cero. Va de encontrar esos mástiles que circulan por un mundo demasiado obsesionado con la forma de la pala y la marca, con los gurús de internet, con lo vintage y lo relic pero solo de X marcas, con la calidad, la solera y el sonido. Y ensamblarlos de forma precisa, respetando el tono, el equilibrio y la funcionalidad. No siempre se logra. Pero cuando se logra, el resultado es un instrumento que suena con carácter, con historia, y que no tiene nada que envidiar a uno nuevo, ni siquiera si lleva la F en la pala.
Para nuevos instrumentos estilo Fender tenemos auténticos maestros muy cerca que sí estacionan y seleccionan maderas con criterio y saber hacer. Son luthiers.
Un saludo y gracias por leer.
