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Hola.
Muchos, muchos suscriptores de mis diversas listas me han enviado correos electrónicos, preguntándome si estoy bien, a raíz de los recientes acontecimientos en Israel. No puedo responder a todos individualmente, así que he decidido enviar este mensaje. (Mis disculpas si lo recibe más de una vez).
Las buenas noticias: Mi familia y yo estamos a salvo. Pero también estamos emocionalmente aturdidos y preocupados por lo que pueda ocurrir en los próximos días.
Empecemos por el principio: El sábado no sólo era sábado (el día de descanso de los judíos), sino también una fiesta especialmente festiva, Simchat Torá. Ese día, los judíos terminan de leer la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia) y empiezan a leerla de nuevo. Los servicios de la sinagoga suelen incluir muchos cantos y bailes. También es el final de las vacaciones judías, así que celebramos la vuelta a la vida real.
Esa mañana me levanté muy temprano para leer un rato antes de ir a la sinagoga. Mientras leía, oí unos estruendos fuera. Al principio, no les di importancia. Pero seguí oyendo esos estruendos, y se parecían mucho al sistema Cúpula de Hierro que Israel utiliza para derribar los cohetes palestinos.
Ahora, el triste hecho es que hemos tenido ataques con cohetes antes. Modi'in, donde yo vivo. No estamos muy cerca de la Franja de Gaza, cuyo gobierno dirigido por Hamás dispara cohetes contra hogares israelíes con regularidad, pero sí lo suficiente como para que, cuando se produce un enfrentamiento militar entre Israel y Hamás, oigamos las sirenas antiaéreas y nos digan que entremos en nuestras "habitaciones seguras" de gruesas paredes, un elemento obligatorio en todas las casas israelíes construidas desde mediados de la década de 1990.
Decidí que tal vez estoy loco por pensar que se está utilizando la Cúpula de Hierro, pero que, por si acaso, debería limpiar algunos de los trastos de nuestra habitación segura, que (como casi todo el mundo) utilizamos como almacén.
Mientras lo hacía, oía cada vez más estampidos sobre mi cabeza. Aunque normalmente no uso el teléfono ni el ordenador los sábados, decidí que tenía que saber qué estaba pasando... y vi que, efectivamente, había un ataque masivo contra Israel. Desperté a mi mujer y a mis hijas y les advertí de que podríamos tener una alerta antiaérea en un futuro próximo. Prometí a mi mujer que iría a la sinagoga caminando junto a los edificios de apartamentos, de modo que si había una alerta, tendría un edificio en el que agacharme.
Nuestro servicio en la sinagoga fue poco concurrido, rápido y tranquilo. Nos deshicimos de cualquier festejo, incluido el tradicional baile y comida. La sirena antiaérea sonó mientras yo estaba en la sinagoga; todos entramos en nuestra habitación segura, y permanecimos allí un rato hasta que fue seguro. Pronto vino un inspector municipal a decirnos que sólo se nos permitía seguir rezando juntos debido a la sala segura, y que todos teníamos que caber allí.
Volví a casa sobre las 12 del mediodía del sábado y empecé a oír lo que resultó ser la verdadera noticia del día. Aunque normalmente no conducimos los sábados, mi mujer tomó la medida de recoger a nuestro hijo de su programa de año sabático en Jerusalén, para que pudiera estar con nosotros, a salvo en casa. Como casi todo el mundo en Israel, he estado pegado a las noticias desde entonces.
En resumen: mientras se disparaban cohetes contra docenas de ciudades israelíes, cientos de terroristas de Hamás entraron en Israel mediante un ataque sorpresa múltiple. Fueron puerta por puerta en varias ciudades y pueblos, disparando a todo el que encontraban. Acudieron a un festival de música para 2.000 personas y mataron a cientos de jóvenes que se encontraban allí para bailar y disfrutar de la música.
Las historias que estamos escuchando son escalofriantes: Niños tiroteados a quemarropa delante de sus padres. Terroristas incendiando casas cuando los dueños no quisieron salir de sus habitaciones seguras. Una fosa común de 250 personas donde los asistentes a la rave fueron tiroteados y asesinados.
Peor aún: Más de 100 israelíes, en su mayoría civiles, fueron tomados como rehenes por Hamás y permanecen cautivos en la Franja de Gaza. Entre ellos hay niños y ancianos.
El ambiente en Israel es de ira, frustración e incluso desesperación. Mientras escribo estas líneas, se han confirmado oficialmente unas 1.000 muertes. Dado que Israel tiene una población de poco menos de 10 millones de habitantes, eso equivale proporcionalmente a 6 veces el número de estadounidenses que murieron el 11 de septiembre. No conozco a nadie que haya sido asesinado o secuestrado, pero tenemos muchos amigos que sí. Estas cifras, ya de por sí terribles, no incluyen los cerca de 2.000 heridos ni el número aún no contabilizado de desaparecidos.
No oculto que soy de izquierdas en la política israelí; no estoy de acuerdo con casi ninguna de las decisiones que ha tomado el actual gobierno, y he protestado regularmente contra sus planes de debilitar nuestros tribunales. Hago donaciones periódicas al New Israel Fund, que promueve la coexistencia árabe-judía, el pluralismo y el Estado de Derecho. Y ciertamente tengo muchas preguntas y estoy indignado por cómo el ejército y el gobierno se las arreglaron para dormirse en el interruptor y permitir que ocurriera semejante tragedia.
Pero incluso yo, señor liberal de corazón sangrante, veo las acciones de Hamás como lo que son: Actos de terror escalofriantes y bárbaros que exigen una respuesta. ¿Secuestrar niños y ancianas? ¿Disparar a civiles mientras se alejan en coche? ¿Intentar disparar a la gente mientras se agazapa en sus habitaciones seguras? No hay justificación para estas acciones. Además, (tristemente) no contribuirán en nada al avance de la causa palestina.
Una vez más: Mi familia y yo estamos a salvo. Las probabilidades de un ataque con cohetes en nuestra casa son pequeñas, y nuestra habitación segura es ahora particularmente espaciosa. Estamos donando alimentos, ropa y artículos de aseo a personas que perdieron sus casas, así como a sus familias, y necesitan ayuda para cubrir sus necesidades básicas cotidianas. Las mismas personas que organizaban las manifestaciones contra el gobierno han acudido en masa a la reserva y han ofrecido sus servicios de apoyo, desde conducir hasta cocinar o escribir programas informáticos para ayudar a identificar a los desaparecidos.
Modi'in está inquietantemente tranquila, con muy pocos coches en la calle y muchas tiendas cerradas porque sus propietarios han sido llamados a filas. Esta mañana, de camino a la sinagoga, he oído el ruido incesante de los aviones de combate sobre mi cabeza. En la sinagoga, hemos rezado no sólo por la seguridad del ejército, sino también por la salud de los heridos y el pronto regreso de los capturados.
Tenemos amigos, familiares e hijos de amigos en el ejército. Esperamos que estén a salvo y que consigan llevar a cabo la imposible tarea de eliminar a los terroristas de Hamás hiriendo al menor número posible de civiles.
Los próximos días y semanas van a ser difíciles. Espero que se produzcan el menor número de muertos y heridos, en todos los bandos, que sea humanamente posible. Y espero que pronto la situación mejore.
Pero por ahora, aunque estamos físicamente a salvo, estamos profundamente preocupados, como no me había sentido en mucho tiempo. Ganaremos esta guerra, porque no tenemos elección. Pero va a empeorar antes de mejorar, y ninguno de nosotros quiere eso.
Gracias de nuevo a los que me habéis tendido la mano tan amablemente. Espero que las cosas sean más felices, mejores y más pacíficas en un futuro próximo.
Os deseo lo mejor,
Reuven
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