hay todos los extremos...este señor es el nemesis de francesco fareri
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luca_turichi escribió::o fascinante Fareri!, nunca le había escuchado. Podría decir que tanto así como némesis no, pero me agrada la música crómatica, jejeje, hace muuuuuuuucho no escuchaba nada así. Es otra percepción bizarra de música, sin duda cada cabeza es un mundo...
Para no salir mucho del tema, me permito presentarles a otro "loco" que quizás los que estudien en concervatorio, academia o lo que sea han de conocer, el mexicano Julián Carrillo.
mega_deth escribió:Después de oír esto solo diré esto :
La innovación musical siempre se enfrenta con el obstáculo del inajuste
acústico a las costumbres estéticas establecidas en las redes neuronales
del público contemporáneo. Ya en el siglo xix, el autor vienés Johann
Nepomuk Nestroy se había burlado de la música moderna (de su tiempo):
“Saben ustedes, ella no tiene nada para el oído”.1 Durante la segunda mitad del
siglo xx se extremó esa problemática de la incomprensión (por parte del público
en general) y de la incomunicabilidad (por parte del compositor). Con el auge
de la música serial y electrónica en los años cincuenta, en un momento cuando
apenas se establecía la vanguardia atonal y dodecafónica de Schönberg, Berg y
Webern en la programación de conciertos en Europa occidental, gran parte de
los oyentes interesados se sentían agobiados por la radicalidad de las nuevas posturas,
extrañas para el oído. Parte de esa incomprensión e incluso del rechazo,
que hasta la fecha prevalece en contra de la música vanguardista, se debe a un
mecanismo epistemológico, al que teóricos de sistemas como el neurofisiólogo
Humberto R. Maturana han descrito con la fórmula: no entendiendo lo que no
quiero entender; es decir, el problema de comprensión es un problema
de aceptación.Escuchar una composición de György Ligeti, Pierre Boulez, Karlheinz
Stockhausen u otros compositores de la vanguardia del siglo pasado, requiere un
aumento de esfuerzos neuronales, un trabajo mental adicional a la “satisfacción
garantizada” de un concierto de Mozart o Beethoven. De hecho, en las carteleras
mundiales de conciertos sinfónicos todavía dominan los clásicos y románticos
tardíos, y si el director artístico incluye una obra vanguardista en el programa, lo
coloca normalmente después de un clásico y casi nunca después del receso para que
el público en la sala de conciertos no pueda huir sin vergüenza de sus butacas.
Parece que el problema de la Neue Musik (música nueva, vanguardista) consiste
en pedir a los oyentes un esfuerzo intelectual excesivo, al que sólo una
minoría es capaz de acceder.
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